Cuando alguien dice Diego, ya se sabe que es en referencia a Maradona. Si nombran a Enzo, Román o Ramón, también es obvio que se refieren a Francescoli, Riquelme y Díaz, respectivamente. Del mismo privilegio goza Amadeo Raúl Carrizo: decir Amadeo era -y es- decir Carrizo, dueño del arco.
Este viernes 20 de marzo, falleció a los 93 años. Nacido en Rufino el 12 de junio de 1926, es recordado por ser uno de los mejores arqueros de la historia, por innovar en el puesto y por ser uno de los máximos ídolos de River.
El deceso se dio esta mañana en su casa en Villa Devoto, donde vivió durante las últimas décadas, caminando las calles del barrio como un vecino más. Nunca se conoció qué enfermedad lo azotaba, pero sí se sabe que hace siete años fue internado por algunas descompensaciones y desde allí su salud ha ido en baja. A veces, incluso, con problemas de movilidad. Sus restos serán cremados y luego trasladados a su ciudad natal, donde lo enterrarán. La fecha es a confirmar, por la emergencia sanitaria de público conocimiento.
Debutó en el equipo de la banda el 6 de mayo de 1945, donde disputó 552 partidos en total (521 por torneos locales, tres por copas argentinas y 28 por campeonatos internacionales), recibió 618 goles y mantuvo la valla invicta en 184 oportunidades. Obtuvo siete ligas locales, una copa nacional y dos Copas Aldao (internacionales por AFA/AUF).
Aunque su espina mayor fue perder la final de la Copa Libertadores 1966: el conjunto de Núñez cayó por 2-0 en Montevideo ante Peñarol; luego lo venció por 3-2 en el Monumental. Por eso hubo partido desempate en Santiago de Chile. River se fue al entretiempo ganando 2 a 0 y, ya en el complemento, Amadeo paró una pelota con el pecho, lo que fue tomado como una canchereada y los charrúas dieron vuelta el encuentro: se coronaron campeones tras triunfar por 4 a 2. Al siguiente fin de semana, el equipo argentino visitó a Banfield, cuyos hinchas le tiraron gallinas: allí nació el mítico mote.
Se fue del club en 1968 para recalar en Millonarios, de Colombia, donde defendió la portería en 60 oportunidades. Vistió la camiseta de la Selección Argentina en 20 oportunidades: fue campeón de la Copa de las Naciones 1964 -no recibió tantos en tres encuentros- y fue el arquero del papelón en el Mundial de Suecia 1958 -encajó diez tantos en tres duelos, incluido el 1-6 vs. Checoslovaquia-, además de otros cotejos preparatorios.
No sólo brilló en el arco con voladas espectaculares, saques para generar contraataques y buenas salidas aéreas, sino que también porque se animó a jugar con los pies -inusual para la época- y fue el primero en usar guantes, en 1957. Fue tal su influencia en la innovación del puesto, que se decretó al 12 de junio como el Día del Arquero en Argentina. Hasta estos días era “Presidente Honorario” de River.