El Indio Solari reveló cómo era como futbolista y le dedicó un poema a Juan Román Riquelme

El artista detalló sus cualidades como jugador amateur, donde era un lateral con limitaciones. Además, le escribió unas palabras al ídolo de Boca.

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“Recuerdos que mienten un poco” es el libro de memorias de Carlos Alberto Solari, quien repasó diferentes momentos de su vida con lujo de detalles para la publicación de este texto que oficia de memorias. Y dejó relatos jugosos.

“Seguí jugando al fútbol ocasionalmente por puro placer hasta que me rompí los meniscos, poco antes de dos shows, mientras peloteaba con mis sobrinos. Ahí aprendí que uno tiene que cuidarse, sentí la responsabilidad de que no me pasase nada. Si se manca el bajista, zafás. Pero me cago yo y no hay remedio. Por eso largué del todo, a pesar de que me gustaba mucho”, explicó el Indio acerca de su distanciamiento de la pelota.

La carrera futbolera de Solari fue amateur, jugando sólo entre amigos o en familia, pero su gusto era firme y hasta se animó a describirse: “Jugué un poco, me gustaba. Tiraba buenos centros, pero ante todo era amigo de los que jugaban bien y por eso me metían en sus equipos. Fui un buen marcador. Ahora, ojo: no pasaba diez metros de la mitad de la cancha, porque no me gustaba entrenar. Era sucio para jugar, no pegaba tan fuerte, pero te sacudía el tobillo todo el primer tiempo y en el segundo ya no podías correr”.

Como líder de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, Indio tocó en los estadios de River, Racing, Huracán, Colón, Excursionistas y en Chateau Carreras de Córdoba, también en el Centenario de Uruguay. Ya como cabeza de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado hizo shows en el Estadio Único de La Plata y en el Padre Martearena, de Salta.

En otro capítulo futbolero de su libro, el astro del rock nacional le dedicó un poema a Juan Román Riquelme, ídolo de Boca, a quien admira y con quien vio algunos partidos en el palco de la Bombonera.

“Un artista, creo yo, casi desconociendo tal magnitud y aceptando con gratitud ser un músico popular, tiene el deber de cruzar la frontera del sentido común de la sociedad donde se manifiesta. Visitar esa tierra incógnita las veces que sea necesario para así observar la vida desde un estado de conciencia que escapa con paso rápido de las tradiciones, del legado de los muertos. Sus recompensas son la soledad, el viento recio y transitorio de la pasión y las borracheras provocadas por la belleza ocasional.

Probablemente no consiga nunca que su destino sea nada más que el eco de sus deseos. Debe, entonces, ser lo suficientemente valiente como para que el temor no le impida a su apetito amoroso exponer lo que cree que debe expresar. Aceptará que su destino sea relativo pasajero y violento. Sus emociones, sus reflexiones y sus juicios personales, si no toma por asalto la esquiva belleza, no son nada. De lo extraordinario y extraño debe nutrirse su estilo (que nunca es neutral).

Ahora bien, luego de todo este parloteo con el que he jugado a describir lo que no me es propio, recién ahora veo que una definición ejemplar y clara me llega para acabar con este intento en vano. Y digo entonces: UN ARTISTA ES ROMÁN”.

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