La primera década del siglo vio a James Blake como un gran atractivo para el espectáculo en el circuito ATP. El estadounidense llegó a ser número 4 del mundo y logró diez títulos. Ganó la Copa Davis en 2007 y fue finalista del Torneo de Maestros 2006, pero nunca trascendió demasiado en los Grand Slams.
De todos modos, había dos aspectos que identificaban al exdirector del Masters 1000 de Miami: su espíritu combativo y su cabellera a rastas. Sin embargo, un día tomó la decisión de quitárselas y hubo consecuencias.
Al padre de James le detectaron cáncer de estómago y por eso el tenista decidió raparse, para acompañarlo en la lucha, para que no se sintiera solo. A los pocos meses, su papá murió. Blake trabajaba con la agencia IMG, que le estaba negociando un nuevo contrato con Nike. Ese corte de pelo le costó un millón de dólares, según lo relató en Braking Back, su autobiografía.
“Sabía que mi apariencia era lo que le interesaba a IMG y mi pelo tenía parte de culpa. Cuando le comenté la idea de raparme a mi agente, me dijo que era una mala idea. Estaba negociando un nuevo contrato con Nike y buscando nuevos patrocinadores pero había una cosa en común: mi pelo generaba dinero. Finalmente me rapé y lo llamé. <Lo he hecho>. <¿Qué has hecho qué?> <Me he rapado>. Me dijo que me llamaría más tarde. Volví a hablar con él, pero ya había hablado con un periodista para decirle: <Cuando James se estaba rapando, yo estaba perdiendo un millón de dólares>. Era mucho dinero, más del que creía que ganaría en mi carrera. Pero las prioridades habían cambiado”.
Mirá el antes y el después.