Este lunes falleció José Luis Brown, a los 62 años, tras una lucha contra el Alzheimer. El Tata era querido por todos en el mundo del fútbol y su muerte le pegó fuerte a aquellos que lo conocieron. Pero su legado está ahí, intachable. Casi como su amor por la camiseta argentina.
Es que el exdefensor entró en la historia grande el 29 de junio de 1986. Esa tarde se vistió de héroe y convirtió el 1 a 0 sobre Alemania, en la final de la Copa del Mundo. “Se me metió Diego Maradona adelante y Jorge Burruchaga le pegó bien fuerte y con comba. Cuando empiezo a tomar carrera, lo miro a Schumacher, el arquero alemán, y digo: ‘No llega’. Vengo corriendo, lo empujo a Diego y le meto el frentazo. Cuando el me meto el frentazo, ya no miro más la pelota y salgo a festejar el gol”.
Aquel grito icónico de los 23 minutos del primer tiempo fue el único del Tata en sus 36 partidos en el combinado albiceleste. Pero esa tarde tendría aún más protagonismo por un hecho en el que sacó a relucir su valentía, su pasión por la Selección.
En el comienzo del complemento, chocó con un rival y cayó mal. Se luxó el hombro derecho. Cuando el Dr. Raúl Madero fue a atenderlo se dio cuenta de la gravedad y le hizo una seña a Carlos Bilardo para que preparara un cambio. Pero Brown ni loco salía. Se metió de nuevo a la cancha, agujereó la camiseta y metió su dedo pulgar allí, para intentar inmovilizar la zona dolorida.
El Narigón después explicó: “Fue criado así. No hay dolor. Si no hay fractura, chau, seguí”. En una clara muestra del amor propio del Tata, el respeto por sus compañeros y el cariño por Argentina: “¿Cómo voy a salir en la final del Mundial?”, afirmó tiempo después. Argentina finalmente se impuso por 3 a 2 y levantó la Copa, la segunda y última de su historia.
¡Mirá el emotivo relato de Brown!