Cuando comenzó la pandemia, se esperaba un crecimiento exponencial de residuos patogénicos. Es decir, materiales descartables como guantes, barbijos y camisolines, que comenzaron a descartarse de manera desmedida. Y sucedió.
Pero para sorpresa de los especialistas, esto no sacudió el sistema. ¿Por qué? Las cantidades de residuos patogénicos casi fueron iguales a los momentos previos de la pandemia por la suspensión de cirugías programadas y otros tipos de atención médica. Eso equiparó el volumen.
¿Qué son los residuos patogénicos?
Residuos hospitalarios, como gasas con sangre, fluidos, restos de internaciones, bolsitas de sueros, piezas anatómicas, carga orgánica de operaciones, jeringas, guantes, barbijos, camisolines, etc. No incluye fármacos
¿Qué se hace con ellos?
La responsabilidad por la gestión de los residuos en los hospitales está enmarcada en la ley nacional de residuos peligrosos.
El circuito consiste, en general, en tirar estos residuos de manera diferenciada en las famosas bolsas rojas. En Buenos Aires, además se las coloca en cajas de cartón que indica que son residuos patológicos.
¿Dónde terminan?
Luego, una empresa de transporte especializada se las suele llevar a operadores privados que realizan procesos habilitados para tratar estos residuos. El más habitual es un sistema que se llama de autoclaves, es decir, recipientes metálicos de paredes gruesas con un cierre hermético que permiten esterilizar residuos patogénicos utilizando vapor de agua con alta presión y temperatura.
“Este proceso elimina las bacterias de los residuos por estar más de 40 minutos a 143 grados y eso los deja al mismo nivel de peligrosidad que el residuo común domiciliario que luego se lo manda a disposición final a un relleno sanitario”, explica Antonella Risso de la ONG Salud Sin Daño.
“Existe además un sistema informático de monitoreo diario de la generación de residuos y, sobre todo, de reporte de incidencias entre los centros de atención y las empresas de recolección y tratamiento de sus residuos “, agregó Federico Wahlberg, Director de Residuos Especiales y Patogénicos del OPDS.
¿Sabías qué?
Si solo el 1% de los barbijos se desecharan de forma incorrecta y terminaran en la naturaleza, hasta 10 millones de barbijos terminarían dispersos por el ambiente.
Agustina Grasso es periodista especializada en ecología. Editora de esa sección en Perfil.com. Directora de Trash, el primer documental interactivo de Argentina sobre basura. Dicta talleres de escritura y periodismo ambiental en EscrituraCronica.com
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