Recientemente, se difundió un estudio de exceso de mortalidad que permite una medición sobre qué fue lo que pasó con el Covid-19: consiste en una comparación, con cierta distancia temporal, cuántos muertos hubo en 2020 respecto del 2019 y, frente a eso, más allá de lo que cada país del mundo haya informado, es lo que cada cual puede tomar como un indicador objetivo de las defunciones por Coronavirus.
Este estudio realizado por varios especialistas de distintas partes del globo, liderado por un norteamericano del Instituto de Salud Pública, tomó un período comenzando desde el 1 de enero de 2020 hasta el 31 de diciembre de 2021. O sea, los dos años fuerte de la pandemia. Estos datos recabados corresponden a territorios centrales, quienes tienen una información consolidada de muchos otros países.
La información consolidada no está, por ejemplo, la Argentina, puesto que su tiempo de proceso de datos está ralentizada a diferencia de otros lugares del globo, por lo que no está en condiciones de publicar su relevamiento.
Lo que hicieron, entonces, los países centralizados fue enviar los datos a un organismo que va registrando de forma permanente la cantidad de muertos que informan todos los países del mundo. Esto permite tener un control de cómo va creciendo o decreciendo las distintas tasas de seres humanos que habitan el planeta.
Tomando esos valores, los compararon con los informes que cada territorio daba de defunciones por Covid-19 en el mismo lapso temporal. La gran mayoría de los países del “tercer mundo” que no tienen consolidados números, particularmente, del segundo semestre del 2021, por lo que se hicieron proyecciones matemáticas, con un 1% de error.