De acuerdo a las cifras aportadas por la cartera sanitaria, el año pasado hubo 26,5 casos de sífilis cada 100.000 personas. Los jóvenes entre 15 y 24 concentran el 44% de las infecciones. Los datos surgen del 39° Boletín Epidemiológico de la Dirección de Respuesta al VIH, ITS, Hepatitis Virales y Tuberculosis publicado recientemente.
En la última década, los nuevos casos registraron un crecimiento sostenido aunque en 2020 hubo un significativo descenso. Las restricciones producto de la pandemia del coronavirus hizo disminuir la cantidad de contagios.
En 2020, la curva volvió a su tendencia ascendente aunque permanece lejos de su pico histórico que fue en 2019 cuando se registraron 56,1 casos por cada 100.000 habitantes. Aunque, según afirma el informe “las proyecciones de los registros para 2022 permiten suponer que para el próximo año la tendencia se acercará a los números pre pandémicos”.
En declaraciones a Télam, Graciela Manzur, jefa de la División de Dermatología del Hospital de Clínicas, señaló que la sífilis “venía en aumento sostenido hasta 2019 y en 2020 hubo una caída de todas las ITS (infecciones de transmisión sexual)”.
Para la especialista, “el gran descenso de 2020 está más relacionado a una falta de notificación de los casos que a que hayan bajado tanto realmente, aunque pudo haber una disminución por las medidas de aislamiento”.
Qué es y qué síntomas produce
La sífilis es causada por la bacteria treponema pallidum y, si se trata en estadios tempranos, el tratamiento es sencillo y sin efectos adversos. Manzur explicó que la enfermedad produce “una erosión en la región genital, en el pene o una ulceración indolora, que si está en el cuello uterino o en la zona genital de la mujer a veces no se da cuenta”.
“También puede estar en la zona bucal o generar lesiones dermatológicas como manchas rosaditas. Ya cuando aparecen en palmas de las manos y plantas de los pies nos orientan a que puede ser sífilis” agregó.
Si no se trata al comienzo de los primeros síntomas, con el correr de los años la enfermedad pasa a su etapa tardía y “puede generar dilatación de los vasos (aneurismas), alteraciones cardíacas o invasión del sistema nervioso central con la aparición de cuadros de demencia”.