Día Internacional de la Mujer: por qué se lo conmemora el 8 de marzo

La conmemoración de las heroicas hazañas femeninas por conquistar derechos y obtener igualdad ante los hombres es una fecha histórica pero el concepto está vigente y es cada vez más amplio.

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El 8 de marzo se recuerda cada año, desde 1975, el Día Internacional de Mujer; instaurado por las Naciones Unidas para tener presentes siempre las luchas de las mujeres por su justa participación en la sociedad y declarado en 1977 como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.

Pero su origen no es para nada un motivo para celebrar, ya que el 8 de marzo de 1875, cientos de mujeres que trabajaban en fábricas textiles de Nueva York tomaron las calles de la ciudad para luchar por mejores condiciones salariales, laborales y por la equidad de género. Sin embargo, la represión policial fue brutal y dejó un saldo de 120 mujeres muertas. A partir de allí se creó el primer sindicato femenino.

Años después, en 1908 y también en el mes de marzo, 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga y con permanencia en su lugar de trabajo. En homenaje a ellas se instaura esta fecha como el Día Internacional de la Mujer. 

Aunque fue a inicios del siglo XX cuando hubo el merecido reconocimiento mundial a las batallas libradas por las féminas para defender su integridad, valor y conseguir una apreciación equitativa en el ámbito legal, laboral, profesional y social, el empoderamiento femenino ha dado muestras siempre; en cada momento de la historia es posible encontrar una mujer famosa por su “irreverencia”, porque simplemente decidió demostrar sus capacidades y hacerlas valer.

Actualmente, los reclamos y manifestaciones de las mujeres apuntan a más reivindicaciones sociales que intentan cambiar un modelo social para hacer historia. Sin embargo, de forma admirable y muchas veces invisible la feminidad ha resaltado en hechos trascendentales y en actividades que otrora estaban reservadas para hombres.

En el siglo XVII, se creía que el cerebro de la mujer era más pequeño que el de los hombres y, por ende, incapaz; no obstante, Sor Juana Inés de la Cruz fue catalogada como la mente más brillante de la colonia española que reinaba en México.

Así mismo, la sociedad dictaminaba en el siglo XVIII que las mujeres no debían ir a la guerra ni usar pantalones. Sin embargo, la ecuatoriana Manuela Saenz peleó con uniforme militar en campos de batalla para liberar a Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú junto a Simón Bolívar.

Además, en el siglo XIX las mujeres no podían trabajar fuera de casa porque la ley y la sociedad ordenaba que era tarea de los maridos (todas tenían que tener marido). Pero cuando los hombres partieron a combate en la I Guerra Mundial fueron sus esposas las que tomaron las riendas del trabajo en las fábricas y permitieron que la economía continuara en movimiento.

En efecto, el siglo XX marcó algunas reivindicaciones, como el sufragio femenino universal y los roles sociales de hombres y mujeres comenzaron a equipararse lentamente; el camino es largo porque la distinción es antigua y profunda.

El siglo XXI parece ser la cima del empoderamiento femenino pero seguimos en la incansable y compleja disputa en los ámbitos más difíciles, el social, familiar y personal.

 

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