Una noche de diversión con amigos marcó el destino de una joven promesa del rugby. El australiano Sam Ballard tenía solamente 19 años cuando decidió comerse una babosa tras realizar una apuesta. Aquel fatal acto lo llevó a sentirse mal días después, cuando se comprobó que por una infección parasitaria había contraído una meningoencefalitis eosinofílica. Su cerebro sufrió un grave daño, por el cual estuvo en coma durante 420 días y quedo tetrapléjico.
Antes del terrible incidente, Sam era un prometedor jugador de rugby en la secundaria Barke College, en la costa norte de Sidney. Sus familiares y amigos los describen como un chico muy activo, que se aferró a la vida luego de la grave enfermedad.
Su madre aseguraba que, a pesar de su mal estado físico, él entendía todo. De hecho, su amigo Galvin contó que le pidió disculpas a Sam por no haberlo detenido esa noche de 2010. Cuando lo hizo, el exjugador de rugby “comenzó a llorar”.
El viernes, Sam falleció rodeado de su familia y sus compañeros más cercanos. Sus últimas palabras fueron dirigidas a su madre, a quien le dijo: “Te amo”.