“En este momento tengo una sensación de cierta frustración, de la que trato de apartarme un poco para sobrevolar el tema y dejar un mensaje positivo y constructivo. Creo que no tengo las habilidades para el mundo político público, que son muy distintas a las habilidades que se necesitan en el mundo privado” afirmó con respecto a su renuncia al cargo de jefe de asesores.
El ex ejecutivo, que siempre ejerció la actividad privada, se refirió a las distintas habilidades que se usan en los ámbitos públicos y privados. “Hay una palabra, que a veces, se usa peyorativamente, pero esto de la rosca que es muy importante en el mundo de la política, un poco como que me aburre. Cuando veo que algo está mal, cuando se puede mejorar o cuando la gente tiene problemas, me surge la imperiosa necesidad de hacer algo, de ejercer una acción, de movilizar recursos o personas para poder solucionar ese problema”.
Puesto a analizar su forma de encarar las situaciones, Aracre señaló que “esa ansiedad que me sobreviene del mundo corporativo y privado cuando algo andaba mal y había que corregirlo, en el mundo de lo público se manejan otros tiempos y evidentemente, mi forma de ser no encaja bien en esa sintonía”.
Si bien el ex asesor de Alberto Fernández se define cómo un hombre de “ir a la acción y de rosquear menos” y aunque considera que “la política valora mucho más la rosca que la acción“, también opina que ese modo político de resolver problemas puede ser positivo en algunos casos.
“Quizás haya una rosca positiva, que es la búsqueda de consensos entre personas que piensan distinto, o que pertenecen a espacios distintos y que aún así tienen que llegar a algún acuerdo. Por ejemplo, es típico en el Parlamento que se necesita votar una ley, hay dos espacios, no todos están de acuerdo, entonces, se negocia en algunos puntos y eso de alguna manera también es la rosca, pero esa me parece que es una rosca positiva, porque un país para gobernarse necesita llegar a acuerdos” explicó.
Pero, según Aracre, hay situaciones en que la rosca juega en contra de la solución de problemas. “Hay otra rosca que no la veo tan positiva, que es la rosca por la rosca misma, que es cuando te enroscás. Es participar de reuniones interminables y discursivas, pero que no terminan en una acción determinada o en una decisión determinada y no están al servicio de la gente, de cambiarles la vida a las personas, sino que forman parte de un estilo de gestionar más politizado, que tiene que ver con esos encuentros, esas discusiones, pero que no necesariamente culminan en un proceso de cambio, en un proceso de transformación”
Aracre considera que “en un país con tantas urgencias, con tantos problemas, siento que a la gente que estuvimos en algún momento vinculadas con la política nos piden un poco más que rosca, nos piden un poco más de acción y de transformación”.