Nelson Mandela unió a un país a través del rugby
El sudafricano logró que cada ciudadano luchara por un bien común y apoyara a un mismo equipo, sin importar el color de su piel.
Hubo un clic en la historia de Sudáfrica. Fue durante los Juegos Olímpicos de 1992. Nelson Mandela estuvo en Barcelona y notó de qué forma el deporte unía a los pueblos, cómo las grietas dejaban de existir. Claro. Como líder, debía encontrar una solución al apartheid.
Dentro de esa enorme división entre los ciudadanos, la selección sudafricana de rugby era un símbolo del poderío blanco. Es que, en los Springboks, había sólo un jugador negro: Chester Williams. Era tal la cantidad de diferencias, que cada vez que el combinado nacional disputaba algún encuentro, la comunidad de color hinchaba por el rival. El presidente se puso como meta un nuevo desafío: organizar un mundial donde la ovalada fuera la excusa para unificar mentalidades y cerrar una grieta que parecía ser eterna. Y así lo cuenta John Carlin lo cuenta en su libro El factor humano.
Mandela no se equivocó. Tomó el camino adecuado: el del deporte. Buscó que en su pueblo pasara lo mismo que había visto en Barcelona. Por eso, un año antes de la Copa del Mundo 1995, puso en marcha su plan de unión. Lo primero que hizo fue hablar con François Pienaar, capitán de los Springboks, y le pidió que recorrieran el país dando charlas y clases del deporte, incluyendo las zonas más desfavorecidas desde lo económico, donde había mayoría de personas de color. ¿Un detalle? Le entregó un poema que se llamaba Invictus -nombre que recibió la película basada en el libro de Carlin-; son versos que Nelson leía cuando estaba en la cárcel. Pienaar charló con cada uno de sus compañeros, les contó cuál era el objetivo y se juraron hacer todo por ganar el título para contentar al presidente y quedarse con la gloria.
Así, el Premio Nobel de la Paz 1993 alcanzó lo que quería: unir a su pueblo, hacer que negros y blancos lucharan por un mismo objetivo. El Mundial comenzó el 25 de mayo y los sudafricanos pagaban mucho en las apuestas. Pero la localía y los factores secundarios fueron puntos de apoyo para que el juego fuera mejor de lo esperado. Llegaron a la final del 24 de junio, en Johannesburgo, y vencieron a Nueva Zelanda por 15 a 12. El Estadio Ellis Park fue todo emoción. Sí, por el título y por ver a Mandela con la camiseta de los Springboks entregándole la Copa al rubio capitán. Pienaar mostró que el presidente tenía razón en su planteo inicial:
“No hemos ganado para los 60.000 aficionados que hay en el estadio, hemos ganado para los 43 millones de sudafricanos”.
La unión hace la fuerza. Nelson Mandela lo sabía. Hoy cumpliría 100 años, pero para Sudáfrica y la paz mundial será eterno. Aquí, los versos de Invictus, de William Ernest Henley:
Más allá de la noche que me cubre,
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que puedan existir,
por mi alma inconquistable.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado, ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas,
donde yacen los horrores de la sombra,
sin embargo, la amenaza de los años
me encuentra, pero me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigos la sentencia,
yo soy el amo de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.
¡No te pierdas el resumen de la final y la premiación, con Mandela entregando la Copa del Mundo!
Ver Video