Diego Giacomini: “Las constituciones tienen un grave problema, hablan del contrato social”
El economista liberal estuvo en Periodismo Puro con Jorge Fontevecchia y dio su visión acerca de los sistemas democráticos. Para el ex socio intelectual de Javier Milei, las cartas magnas tienen “un error garrafal”.
Diego Giacomini es licenciado en economía y especialista en política monetaria. Escribió cuatro libros junto a Javier Milei y ganó el premio Martín Fierro Digital al mejor contenido temático por su programa “Economía al cuadrado”.
Para el economista, las democracias están obsoletas. Parte de las críticas que les realiza se refieren a las Constituciones que nacieron a partir del liberalismo clásico porque “tienen un grave problema, hablan del contrato social”.
“No hay contrato social porque nadie lo ha firmado nunca, pero el problema es peor que con el voto. Se potencia, porque pretenden que sea hereditario y que sea un contrato eterno. Si mi padre firmó un contrato, el contrato muere con mi padre. Yo no me tengo que hacer cargo del contrato que hizo mi padre, y es así en todo marco del derecho privado de las personas, cualquier otra cosa sería injusta” señaló.
Según su visión, “las constituciones cometen un error garrafal, le dan el monopolio de la ley, el monopolio de la seguridad, de la defensa y el monopolio de la administración de justicia al Estado. Esto es realmente muy fuerte, porque primero hay que saber qué es la definición de monopolio. La definición del mainstream de monopolio que casi todo el mundo conoce es errónea, es la definición neoclásica, dice que hay monopolio cuando hay un solo oferente, un solo productor”.
Giacomini toma la definición de monopolio de la Escuela Austríaca que sostiene que “hay monopolio cuando está prohibido por la fuerza entrar en libertad al mercado para poder producir u ofertar un determinado bien o servicio libremente. Las constituciones liberales prohíben por la fuerza que alguien venga a producir y ofertar leyes solamente, y el Estado lo puede hacer”.
A partir de esta idea, el economista concluye que “es el Estado el que dice qué está bien y qué está mal. Qué podés hacer, que tenés que obedecer y qué no podés desobedecer. Después le da el monopolio de la seguridad, que implica que el Estado tiene el poder monopólico de ser el único que pudo utilizar la fuerza para ir a buscarte de los pelos, y sancionarte si desobedeciste lo que él dice que se puede hacer y qué no se puede hacer”.
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